Política
Denuncia de la oposición

VIDEO | Gildo Insfrán se agarra al cargo como garrapata al perro y manipula las elecciones

Para sorpresa de nadie, el dictador Gildo Insfrán está toqueteando las urnas para salir beneficiado. (Dibujo: NOVA)

La provincia vive horas de tensión electoral mientras el gobernador Gildo Insfrán, un maestro en el arte de aferrarse al poder, enfrenta graves acusaciones de intentar robarse los comicios del 29 de junio.

La diputada provincial Gabriela Neme destapó la olla al denunciar un supuesto fraude orquestado desde el mismísimo Tribunal Electoral Permanente (TEP), que emitió el “Acta Nro. 62/25” para poner trabas a la fiscalización opositora.

¿La jugada? Inhabilitar a los fiscales del frente bajo la excusa de que deben ser oriundos del departamento donde actuarán, un requisito sacado de la manga que huele a desesperación por ocultar irregularidades.

El documento, firmado por los jueces Claudio Daniel Moreno, Verónica Gabriela Hans de Dorrego y Sandra Mercedes Moreno, exige que los fiscales presenten DNI, permiso habilitante y cumplan con requisitos como “saber leer y escribir” y estar inscriptos en el padrón local.

Suena razonable, ¿no? Pero Neme no se traga el cuento y lo califica como “inventar una norma para obstaculizar la fiscalización”, un golpe bajo en plena veda electoral. La ironía no pasa desapercibida: mientras el gobierno presume de transparencia, sus movidas parecen diseñadas para apagar los ojos de la oposición a menos de 12 horas de los comicios.

Pero esto no es nuevo. Insfrán, con 28 años en el poder, perfeccionó un modelo basado en el clientelismo más crudo: empobrecer a la gente y luego usar su necesidad como arma electoral. Cambiar votos por mercadería o nafta no es un rumor, sino una práctica que la oposición señala como habitual en su búnker.

Es un cálculo cínico: si la gente no tiene para comer, el dictador les tiende la mano… a cambio de su voluntad en la urna. Y ahora, con las elecciones en juego, el intento de desmantelar la fiscalización opositora sugiere que el miedo a perder lo lleva a jugadas cada vez más burdas.

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