VIDEO | Exclusivo: el Puerto Nuevo, el símbolo del despilfarro y la corrupción del modelo formoseño
Por más de cuatro décadas, Formosa fue escenario de un sistema político que muchos describen como un monopolio de poder, liderado por Gildo Insfrán, gobernador desde 1995 y antes de eso vicegobernador durante ocho años. En este contexto, el Puerto Nuevo emerge como una obra faraónica que no solo evidencia la ineficiencia administrativa, sino también la presunta corrupción que moldeó la gestión provincial.
El Puerto Nuevo, cuya construcción comenzó en 1981 pero fue inaugurado en 1987, está sobre lo que alguna vez fue una playa natural en la ciudad de Formosa, prometía convertirse en el epicentro del comercio entre Argentina y Paraguay, utilizando la hidrovía del Paraná como vía estratégica. Sin embargo, la realidad es diametralmente opuesta: desde su inauguración, el puerto no ha recibido un solo barco.
Promesas incumplidas y errores de base
El fracaso del Puerto Nuevo se explica por dos razones principales: la provincia carece de bienes exportables y el calado del puerto no es adecuado para el amarre de embarcaciones. En el proyecto original también se contemplaba la llegada de un tren para consolidar el complejo ferroportuario, pero este tampoco se materializó.
El puerto tuvo un costo inicial de 210 millones de dólares, pero lo que más genera indignación es que a pesar de no haber cumplido nunca con su función, el Estado provincial continúa destinando millones en reparaciones. En palabras de figuras políticas locales consultadas por NOVA, el Puerto Nuevo no solo es un “monumento a la corrupción”, sino también “a la estupidez humana”.
¿Reparaciones o negocios?
El ingeniero Fernando De Vido, presidente de Recursos y Energía Formosa S.A. (REFSA), aseguró recientemente que se están llevando a cabo trabajos para que el puerto sea operativo en el primer semestre de 2025. Sin embargo, las promesas de reactivación no son nuevas. Año tras año, se anuncian plazos que nunca se cumplen, mientras las obras de “reparación” se convierten en un negocio en sí mismas, según comentaron a NOVA.
“Todos los años anuncian que el puerto va estar operativo, pero la verdad es que eso no pasa. Nunca funciona. ‘Arreglan’ algo que ellos saben que no sirve y ese es su negocio: los sobreprecios de las obras. Total, nadie controla”, afirmó una fuente.
Uno de los ejemplos más llamativos de esta gestión es la compra de una grúa de 35 millones de dólares, que ni siquiera es la que está en el predio actualmente. Los detalles sobre esta transacción, como muchos otros aspectos del puerto, son un misterio.
Una obra emblemática del modelo formoseño
El Puerto Nuevo es mucho más que un proyecto fallido. Para sus críticos, representa el modus operandi de una provincia donde el poder absoluto se traduce en falta de control y transparencia. Con un sistema político concentrado en una sola figura durante casi tres décadas, los contrapesos democráticos parecen inexistentes.
Mientras tanto, los formoseños ven cómo millones de pesos del presupuesto provincial son destinados a una obra que nunca sirvió para el propósito que justificó su construcción. Las preguntas persisten: ¿Por qué seguir invirtiendo en un proyecto inviable? ¿Qué intereses se esconden detrás de estas constantes reparaciones?
El Puerto Nuevo de Formosa es mucho más que una infraestructura inoperante: es el reflejo de un modelo de gestión que prioriza los negocios personales por encima del desarrollo provincial. Y así, la corrupción encuentra su puerto seguro en las aguas turbias de la política formoseña.