A una semana de la elección, Insfrán despliega su maquinaria estatal para hacer campaña y excluye a autoridades locales

Cuando falta apenas una semana para que los formoseños vayan a las urnas, Gildo Insfrán intensifica su despliegue territorial con un cronograma de inauguraciones que, lejos de ser simples actos institucionales, funcionan como herramientas de propaganda para reforzar su hegemonía.
El caso de Las Lomitas es revelador: este lunes, el gobernador tiene previsto un acto oficial en esa localidad, sin haber convocado ni al intendente Atilio Basualdo, ni a concejales ni a otras autoridades electas por el pueblo.
La decisión de marginarlos no parece casual, sino parte de una estrategia clara: utilizar recursos públicos con fines electorales, al tiempo que se castiga políticamente a quienes se alejan del oficialismo.
Atilio Basualdo, hoy candidato a convencional constituyente por La Libertad Avanza, rompió con el gobierno provincial luego de denunciar irregularidades y prácticas autoritarias dentro del llamado “Modelo Formoseño”.
Desde entonces, se convirtió en una de las voces más críticas del actual mandatario, en un contexto donde el poder se concentra desde hace décadas y la reelección indefinida es norma. De hecho, la reforma constitucional que se discutirá el 29 de junio busca profundizar ese esquema de permanencia.
En su gira por el centro provincial, Insfrán dejará inauguradas obras públicas en Estanislao del Campo, Pozo del Tigre, La Línea, El Perdido, El Vertedero y Las Lomitas.
Entre las obras que mostrará como logros de su gestión se encuentran escuelas, centros de salud, una sucursal bancaria, el Registro Civil y la Casa de la Solidaridad. Todas financiadas por el Estado, pero apropiadas discursivamente por el gobernador, en una puesta en escena donde no hay lugar para voces disidentes.
El acto en Las Lomitas, programado para las 16:45, es una postal de un estilo de gobierno que transforma cada inauguración en un acto partidario. La exclusión de autoridades locales no es una omisión protocolar, sino una muestra explícita del uso discrecional del poder y de los recursos públicos. Es también una forma de enviar un mensaje disciplinador: quien se aparta de la línea oficial, queda fuera.
En este escenario, la figura de Basualdo emerge como símbolo de una fractura en el peronismo formoseño y de un malestar que empieza a manifestarse en las calles y en las urnas.
Mientras el gobernador apuesta a sostener su dominio con actos cuidadosamente diseñados para mostrar control y autoridad, la sociedad se prepara para decidir si ese modelo todavía representa sus aspiraciones.
La pulseada final no solo pondrá en juego bancas o cargos. Podría marcar también el inicio del declive de un liderazgo que, hasta ahora, se mantuvo incuestionado por la fuerza del aparato estatal.